La pandemia y consecuentemente la cuarentena han paralizado el sistema productivo y gran parte de las actividades del estado.
 
Los efectos se han hecho sentir de forma categórica en los hogares argentinos, en algunos de ellos de forma dramática. El salario de los trabajadores de la AGN ha perdido cerca del 25% su poder adquisitivo.
 
En el transcurso del año, quizás el peor en mucho tiempo nuestros ingresos permanecen impávidos ante la crisis con una inflación cercana al 40%.
 
Esta nueva brecha que hemos creado entre lo público y privado con una férrea militancia de muchos medios de comunicación, excede largamente el motivo de esta nota, solo diremos que no existe ningún caso dentro de los países desarrollados o del primer mundo que su evolución no esté estrechamente vinculado al rol del estado y sus organismos de control.
 
Así lo reconocen las naciones unidas en sus objetivos de desarrollo sostenible cuando dice “…El control tendrá las capacidades de cambiar la vida de los ciudadanos para bien, en la medida que sus agencias encargadas de ello por la ley sean visualizadas como entidades dignas de confianza…”
 
Para que esto sea posible es determinante las calidades de su personal.
Conocimiento técnico y actitud son las condiciones esenciales para pertenecer. La actitud es la competencia para estar motivado a una capacitación permanente y mantenerse objetivo en la realización de la difícil tarea de control y la auditoría.
 
El salario adecuado a la importancia de nuestra labor ya sea sustantivo o de apoyo es determinante; personal jerarquizado salarialmente y una carrera administrativa justa son las garantías esenciales de organismos de control socialmente justos e indispensables para la república.
 
En el  medio de esta crisis económica y social la necesidad de nuestra labor se agiganta, saldremos con las ganas y con todo lo necesario que requieren los tiempos en pos de una nación que sea nuestro orgullo para nosotros y para quienes nos sucedan en la vida.